La mirada científica tiene que bajarse del pedestal

El cálculo, las estadísticas, la eficiencia y la escalabilidad son factores que, por si solos, debilitan la posibilidad de disponer de soluciones a la larga, y aparentemente infinita, crisis de la educación. La mirada científica tiene que bajarse del pedestal, como dijo Varela. Esta mirada excesivamente racional es la que deja de lado la posibilidad de que la intuición, el sentimiento, la autenticidad y el arraigo co-lideren las soluciones. La pedagogía no puede seguir siendo industrializada ni estandarizada; ese mito de las soluciones sistémicas ya caducó. Es aquella práctica mercantil la que tiene a miles de establecimientos inmovilizados frente a la dificultad, ya que, al haber confiado en una frágil y centralizada promesa de buena educación, perdieron la autonomía e identidad para conducir su propia enseñanza. Gran parte de las voces de quienes se abogan la facultad de determinar las fallas del sistema hablan de ajustes, como si la educación fuera una estructura que reparar desde arriba. El tema es que la pedagogía no es más que la suma de los actos que permiten guiar a un ser humano por el sendero de la vida, para ser una persona virtuosa en resolver el arte de vivir bien. Y esa suma de actos debe nacer desde las familias, comunidades y pueblos con arraigo e identidad. Esperar que una misma sala de clases, con un mismo currículum, con los mismos protocolos y un mismo horizonte, va a poder formar integralmente a los jóvenes de nuestro país, es profundamente absurdo. Esta mirada, aparte de ser funcional a un capitalismo en ruinas, es una sentencia a la posibilidad de tener juventudes capaces de sustentar el buen vivir individual, comunitario y territorial. Sin duda habitamos transiciones, sin duda la vida no es blanco ni negro, y sin duda nadie tiene las respuestas de todo, pero de que es necesario devolverle a la escuela su identidad, autonomía, simpleza y propósito arraigado, es evidente.

Necesitamos descomponer estos modelos tecnócratas que solo traen desarraigo, vulnerabilidad y expoliación de las facultades fundamentales para que cada comunidad pueda conducir su propio buen vivir.

Siguiente
Siguiente

Reporte de impacto de las experiencias nativas (2015-2023)